
“No te dejes vencer por el mal, más bien vence al mal con el bien”. Rom 12,21
1.- Es muy necesario hablar de la Templanza porque es la virtud que modera el placer. Hoy existe en el mundo una doctrina filosófica que se llama hedonismo [1] y encontramos que hay muchas personas que llamamos hedonistas o sea, aquellas personas que buscan el placer por encima de todas las cosas.
Es cierto que todos nosotros gozamos del placer, porque el placer es bueno y humano. Y nos gusta por ejemplo, la comida y gozamos cuando la consumimos. Las personas que no han hecho promesas o votos de abstenerse del sexo, pueden obtener placer en el sexo si saben seleccionar a la persona amada, en el momento adecuado, y se comprometen a ser responsables.
Pero procurar el placer en exceso no es bueno, ir tras el placer de manera desenfrenada nos daña y no causa satisfacción. La clave del equilibrio consiste en tratar de vivir en todo momento la VIRTUD DE LA TEMPLANZA, de la que quiero hoy hablar.
2.- Existen varias virtudes que están asociadas a la templanza, quisiera enumerar algunas: en primer lugar tenemos el PUDOR, que consiste en el cuidado de la intimidad. Quien practica el pudor está más cercano de la templanza. También quien busca tener moderación en la comida está practicando la ABSTINENCIA. Y quien practica la moderación en la bebida desarrolla la SOBRIEDAD. Y ambas virtudes están asociadas a la templanza. Pero sobre todo quien practica la moderación en el sexo, está cumpliendo la CASTIDAD. Y aconsejamos la moderación en dar los besos, los abrazos y toda clase de caricias para practicar la PUREZA. Y así estar ya cerca de la templanza.
Todas estas cinco virtudes que hemos enumerado son complejas de entender y sobre todo de practicar, porque vienen las tentaciones que nos hacen olvidar nuestro trabajo de vivir la Templanza.
Se ha dicho que vivimos en un mundo de placeres sin alegría, ya que los placeres de la sociedad contemporánea producen distintos grados de excitación, pero no de alegría real. De hecho la falta de gozo obliga a buscar placeres siempre nuevos, cada vez más excitantes.
3.- Debemos buscar vivir la TEMPLANZA y esto lo lograremos si día con día nos esforzamos por ser mejores, si también no cedemos ante nuestros gustos y deseos o caprichos que puedan dañar nuestras convicciones o dañar nuestra conciencia [2](cf. Romanos 13,13).
Les aconsejo que siempre estemos alegres al saber que podemos dominarnos a nosotros mismos y nos esforzamos cada día a ser mejores. Realmente podemos ser dueños de nosotros mismos y de nuestro propio actuar. Así también nunca debemos justificarnos ni dar falsos pretextos[3] (cf.2 Timoteo 1,7).
Si conocemos nuestras propias debilidades evitaremos caer en las circunstancias que pongan en peligro nuestra voluntad y así venceremos fácilmente el deseo del placer y de la comodidad, teniendo amor y buena inteligencia.
Toda persona moderada orienta y ordena hacia el bien sus apetitos sensibles y no se deja arrastrar por sus malas pasiones.
4.- Quiero añadir algún consejo para facilitar el vivir la virtud de la TEMPLANZA, tan necesaria en nuestro tiempo: Ante todo tengamos HUMILDAD, ella nos ayudará a reconocer tanto nuestras cualidades como nuestros defectos e insuficiencias, y así podremos aprovecharlas sin llamar la atención.
Recordemos además que la SOBRIEDAD nos aconseja a distinguir lo razonable de lo inmoderado, y también nos ayudará a utilizar adecuadamente los sentidos, los esfuerzos, y el dinero que podemos tener, todo esto con los criterios rectos y verdaderos.
Pero sobre todo la CASTIDAD, nos ayudará a reconoce el valor de la intimidad, y especialmente nos ayudará a respetarnos a nosotros mismos y a los demás; también os recomiendo la MANSEDUMBRE que nos ayudará a vencer la ira y a soportar las molestias con serenidad.
Podríamos agregar otros consejos, como el reconocimiento de las propias debilidades y procurar tener la formación de una conciencia recta, verdadera. Y al mismo tiempo saber negarnos a obtener o realizar actos ilícitos, para sí fortalecer nuestra voluntad; y nunca nos dejemos llevar por nuestras emociones, malos deseos y pasiones.
Quisiera terminar con unos textos escogidos:
“Sé sobrio como un atleta de Dios: el premio ofrecido es la inmortalidad y la vida eterna, en la que tú crees también firmemente” (cf. San Ignacio de Antioquia).
“La templanza es el amor que se conserva para Dios integro e incorrupto” (cf. San Agustín de Hipona).
“No se puede ser hombre verdaderamente prudente, ni auténticamente justo, ni realmente fuerte si no se posee también la virtud de la templanza. Se puede decir que esta virtud condiciona indirectamente todas las demás virtudes” (cf. Juan Pablo II, Aud. Gen. 22-11-1978. Vaticano).
Es cierto que todos nosotros gozamos del placer, porque el placer es bueno y humano. Y nos gusta por ejemplo, la comida y gozamos cuando la consumimos. Las personas que no han hecho promesas o votos de abstenerse del sexo, pueden obtener placer en el sexo si saben seleccionar a la persona amada, en el momento adecuado, y se comprometen a ser responsables.
Pero procurar el placer en exceso no es bueno, ir tras el placer de manera desenfrenada nos daña y no causa satisfacción. La clave del equilibrio consiste en tratar de vivir en todo momento la VIRTUD DE LA TEMPLANZA, de la que quiero hoy hablar.
2.- Existen varias virtudes que están asociadas a la templanza, quisiera enumerar algunas: en primer lugar tenemos el PUDOR, que consiste en el cuidado de la intimidad. Quien practica el pudor está más cercano de la templanza. También quien busca tener moderación en la comida está practicando la ABSTINENCIA. Y quien practica la moderación en la bebida desarrolla la SOBRIEDAD. Y ambas virtudes están asociadas a la templanza. Pero sobre todo quien practica la moderación en el sexo, está cumpliendo la CASTIDAD. Y aconsejamos la moderación en dar los besos, los abrazos y toda clase de caricias para practicar la PUREZA. Y así estar ya cerca de la templanza.
Todas estas cinco virtudes que hemos enumerado son complejas de entender y sobre todo de practicar, porque vienen las tentaciones que nos hacen olvidar nuestro trabajo de vivir la Templanza.
Se ha dicho que vivimos en un mundo de placeres sin alegría, ya que los placeres de la sociedad contemporánea producen distintos grados de excitación, pero no de alegría real. De hecho la falta de gozo obliga a buscar placeres siempre nuevos, cada vez más excitantes.
3.- Debemos buscar vivir la TEMPLANZA y esto lo lograremos si día con día nos esforzamos por ser mejores, si también no cedemos ante nuestros gustos y deseos o caprichos que puedan dañar nuestras convicciones o dañar nuestra conciencia [2](cf. Romanos 13,13).
Les aconsejo que siempre estemos alegres al saber que podemos dominarnos a nosotros mismos y nos esforzamos cada día a ser mejores. Realmente podemos ser dueños de nosotros mismos y de nuestro propio actuar. Así también nunca debemos justificarnos ni dar falsos pretextos[3] (cf.2 Timoteo 1,7).
Si conocemos nuestras propias debilidades evitaremos caer en las circunstancias que pongan en peligro nuestra voluntad y así venceremos fácilmente el deseo del placer y de la comodidad, teniendo amor y buena inteligencia.
Toda persona moderada orienta y ordena hacia el bien sus apetitos sensibles y no se deja arrastrar por sus malas pasiones.
4.- Quiero añadir algún consejo para facilitar el vivir la virtud de la TEMPLANZA, tan necesaria en nuestro tiempo: Ante todo tengamos HUMILDAD, ella nos ayudará a reconocer tanto nuestras cualidades como nuestros defectos e insuficiencias, y así podremos aprovecharlas sin llamar la atención.
Recordemos además que la SOBRIEDAD nos aconseja a distinguir lo razonable de lo inmoderado, y también nos ayudará a utilizar adecuadamente los sentidos, los esfuerzos, y el dinero que podemos tener, todo esto con los criterios rectos y verdaderos.
Pero sobre todo la CASTIDAD, nos ayudará a reconoce el valor de la intimidad, y especialmente nos ayudará a respetarnos a nosotros mismos y a los demás; también os recomiendo la MANSEDUMBRE que nos ayudará a vencer la ira y a soportar las molestias con serenidad.
Podríamos agregar otros consejos, como el reconocimiento de las propias debilidades y procurar tener la formación de una conciencia recta, verdadera. Y al mismo tiempo saber negarnos a obtener o realizar actos ilícitos, para sí fortalecer nuestra voluntad; y nunca nos dejemos llevar por nuestras emociones, malos deseos y pasiones.
Quisiera terminar con unos textos escogidos:
“Sé sobrio como un atleta de Dios: el premio ofrecido es la inmortalidad y la vida eterna, en la que tú crees también firmemente” (cf. San Ignacio de Antioquia).
“La templanza es el amor que se conserva para Dios integro e incorrupto” (cf. San Agustín de Hipona).
“No se puede ser hombre verdaderamente prudente, ni auténticamente justo, ni realmente fuerte si no se posee también la virtud de la templanza. Se puede decir que esta virtud condiciona indirectamente todas las demás virtudes” (cf. Juan Pablo II, Aud. Gen. 22-11-1978. Vaticano).
Afectísimo en Jesucristo; Les Bendigo de todo corazón.
+ Mons. Carlos Quintero ArceArzobispo Emérito de Hermosillo
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[1] El punto de vista que sostiene que la satisfacción humana se encuentra en la búsqueda y posesión del placer material y físico.
El hedonismo radical sostiene que todos los placeres físicos deben ser satisfechos sin ninguna restricción, mientras que el hedonismo moderado afirma que las actividades placenteras deben ser moderadas, para que así aumente el placer. En ambos casos el placer es la principal motivación del comportamiento.
La fe católica se opone al hedonismo porque mina los valores espirituales de caridad, fe, justicia, sacrificio y las virtudes morales necesarias para el crecimiento de la persona en relación con Dios y el prójimo.
El hedonismo es una actitud carente de moral, no porque aprecie algún placer, sino porque lo antepone a las exigencias del amor a Dios y al prójimo. Es una actitud egocéntrica que incapacita al sujeto para relacionarse con otros a menos que sea para explotarlos y satisfacer su afán de placer.
Jesucristo nos enseña valores muy superiores al placer, siendo el amor el supremo entre ellos. Nos enseña además que para entrar por el camino del amor hay que negarse a sí mismo. Solo así encontramos la verdadera felicidad.
San Mateo 16,24 "Entonces dijo Jesús a sus discípulos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame."
San Marcos 12,30-31 " y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No existe otro mandamiento mayor que éstos.»
[2] “andemos decentemente y como de día, no viviendo en comilonas ni borracheras, no en amancebamiento y libertinaje, no en querellas y envidias, antes revestíos del señor Jesucristo y no os deis a la carne para satisfacer sus concupiscencias” Romanos 13,13.
[3] “No nos ha dado Dios espíritu de timidez, sino de fortaleza, de caridad y de templanza” 2 Timoteo 1,7
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