sábado, 20 de febrero de 2010

Se fue a orar al desierto


Jesús se retira al desierto no sólo para orar sino para librar una lucha suprema, “donde fue tentado por el diablo”.

Satanás propone a Jesús un mesianismo de triunfo y gloria.
¿Para qué sufrir hambre? Si él es el Hijo de Dios, que convierta las piedras en panes. ¿Para qué vivir como un vagabundo rodeado de gente que vive en la pobreza y la opresión política? Si se postra a los pies de Satanás, recibirá de él reinos y poder.
¿Para qué padecer los sufrimientos de la pasión? Si se arroja desde el alero del tempo, los ángeles le llevarán en sus manos y todos le reconocerán como Mesías.
Claro, no podrían venir estas propuestas más que de Satanás. Pero Jesús sabe muy bien que para reparar el pecado del hombre, sólo hay un camino: humillación, obediencia, cruz.
Precisamente porque Jesús es el verdadero Mesías salvará al mundo no con el triunfo sino con el sufrimiento “obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz”.
Las tentaciones del desierto enseñan que donde se fomentan intenciones ambiciosas, ansias de poder, de triunfo, de gloria, allí se esconde la intriga de Satanás.
Y para destruir estas y otras posibles tentaciones, es necesario estar decididos a rechazar cualquier proposición que nos aleje de Dios.

No hay comentarios: