sábado, 22 de mayo de 2010

“El abrazo de nuestra Madre nos hace renovar nuestro sí a su hijo Jesús”




Peregrinación 2010 a la Basílica de Guadalupe de la Diócesis de Cd. Lázaro Cárdenas


El pasado 20 de mayo la Diócesis de Cd. Lázaro Cárdenas realizó su peregrinación a la Basílica de Guadalupe con la asistencia de gran cantidad de fieles de la mayoría de las parroquias.

Como cada año la concentración inició desde muy temprano en la calzada de los misterios donde sacerdotes y laicos se encontraban con alegría y se preparaban para la procesión. A eso de las 8:30 a. m. con nuestro obispo, sacerdotes y el Seminario haciendo cabeza, nos encaminamos a la casa de nuestra madre del Tepeyac rezando el rosario y cantando con entusiasmo.

Al punto de las 10:00 a. m. junto con el presbiterio de San Juan de los Lagos y su obispo Mons. Felipe Salazar, comenzamos la Santa Misa. A continuación presentamos la homilía que dirigió Mons. Fabio en esta fiesta diocesana donde encomendamos a nuestra diócesis a Santa María de Guadalupe:

Mis queridos hermanos: paz y bien a todos.

S.E. Mons. Felipe Salazar Villagrana, gracias por permitirnos compartir con ustedes este momento de Gracia.

Estamos aquí porque nos trae el amor de la Madre, somos dos Diócesis que caminamos bajo el manto de la Virgen María, Nuestra Señora de la Candelaria nos une; somos hijos que necesitamos del calor, de la protección, del consuelo y del ánimo que nos da nuestra Madre del Cielo. Hoy venimos movidos por el Espíritu Santo para vivir juntos un nuevo Pentecostés en esta Casa de Mamá, la casa de todos, donde el abrazo de nuestra madre nos hace renovar nuestro SI a su Hijo Jesús y renovar nuestra fraternidad solidaria.

Es un peregrinar de amor de hijos y hermanos que le da sentido a toda nuestra vida personal, familiar, parroquial y diocesana. El Apóstol Pablo nos invita hoy a estar alerta en nuestra fe para que nadie nos aparte de la verdad; nos invita también a trabajar para no ser carga para nadie y así poder ayudar a los necesitados porque “Hay más felicidad en dar que en recibir”. No se trata de venir únicamente en peregrinación año con año porque gustamos de celebrar a nuestra Madre del Cielo, sino hemos venido también a aprender de Ella para vivir como verdaderos cristianos que seguimos las huellas del Señor Jesús, su Hijo, que pasó por este mundo haciendo el bien.(act 10,38). Demostremos al mundo con nuestra vida, con nuestras buenas obras, y construyendo una sociedad fraterna, que Cristo es el centro de nuestras vidas y que María es nuestra Madre.

El Señor Jesús en el evangelio de San Juan 17,11-19 que hoy hemos escuchado nos manifiesta su gran corazón cuando pide al Padre por nosotros para que nos cuide y seamos uno en ellos; pide al Padre que nos santifique en la verdad, en su Palabra. Jesús nos envía al mundo como Él fue enviado por el Padre. Estamos en el mundo sin ser del mundo. ¿De quién somos nosotros, del mundo o de Jesús? que se nos note que vivimos en el mundo pero que somos de Jesús. El Señor Jesús no gusta de los cristianos mediocres que se avergüenzan de Él: “si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras ante esta gente, idólatra y pecadora, también el Hijo del Hombre se avergonzará de él, cuando venga con la gloria de su Padre…” “¿de qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si pierde su vida?” palabras fuertes de Jesús que reflexionamos hoy a los pies de nuestra Madre, junto con las palabras de Jesús en la cruz: “Ahí tienes a tu Madre”. Es ella, María de Guadalupe, quien nos anima a seguir de todo corazón a su hijo Jesús ya que sólo en él volverá la paz a nuestra sociedad y tendremos en la fraternidad una vida en abundancia.

Por esto, la morenita, sale a nuestro encuentro y nos dice como en las bodas de caná: “Hagan lo que Él les diga.” Jn 2,5. Este es el secreto del vino mejor, el secreto de una vida nueva y feliz: “Hacer lo que Jesús nos diga.” este es el gran consejo de nuestra Madre del Cielo que siempre debemos escuchar y cumplir para transformar nuestras vidas y nuestras Diócesis.

Venimos como Diócesis hermanas a poner nuestro caminar bajo el manto de nuestra Madre. Como niños pequeños pongámonos en sus brazos y saboreemos el: “Acaso no estoy yo aquí que soy tu Madre.” Hoy venimos con gratitud y alegría porque de la mano de María hemos experimentado las bondades de Dios para con cada uno de nosotros y para con nuestras Diócesis. Por esto como San Juan Diego venimos a encontrarnos con Ella, a cobijarnos y a abandonarnos en sus brazos para que sigamos viviendo, por su intercesión, el milagro del vino mejor en nuestro caminar diocesano. ¿Qué nos toca hacer? Continuar llenando las tinajas con el agua de nuestra conversión personal y de nuestra participación entusiasta en el caminar diocesano fortaleciendo los espacios del Encuentro con Cristo y uniendo esfuerzos en el trabajo para que por la renovación de nuestras parroquias seamos Diócesis Discípulas Misioneras abiertas a las necesidades de la Iglesia Universal.

Queremos ser diócesis centradas en Cristo, evangelizadas y evangelizadoras, discípulas misioneras, que cada día volvemos el corazón a la Palabra de Dios, a la Eucaristía, a la comunidad y a los más necesitados. Diócesis que con Nuestra Madre gozamos en creer, celebrar y vivir la Eucaristía Dominical como fuente de nuestra vida, para así cantar: Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador…

Madre del Cielo, las Diócesis de San Juan de los Lagos y de Cd. Lázaro Cárdenas experimentamos hoy tu sonrisa, tu abrazo, tu protección y tu intercesión; queremos ser como niños que caminan seguros y alegres porque van de la mano de su Madre por el camino de la vida.

Gracias, Señor Jesús, por el regalo maravilloso de tu Madre: “Ahí tienes a tu Madre.”Estoy seguro que muchos hemos experimentado el amor de nuestra Madre en momentos difíciles: “Acaso no estoy yo aquí que soy tu Madre.”

Hoy como el Apóstol queremos llevarla de nuevo a nuestra casa y así como San Juan ocupó el lugar de Jesús en el cuidado de María, también nosotros queremos hacer lo mismo: “Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.” Jn 19,27. Nuestro corazón es la casa, la pequeña Basílica de Guadalupe, donde María vive y reina.

Centrados en Jesús, continuemos nuestro caminar de discípulos misioneros con la confianza del hijo en brazos de su madre.

Nuestra Señora de Guadalupe, ¡ruega por nosotros!

Así sea.


+ Fabio Martínez Castilla
Obispo de Cd. Lázaro Cárdenas

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