domingo, 2 de mayo de 2010

El amor a Dios y al prójimo es la señal del Reino de Dios entre los hombres

Homilía Quinto Domingo de Pascua Ciclo C

1.- INTRODUCCIÓN
Estamos en el tiempo de la Cincuentena Pascual, en el cual Cristo resucitado brilla para iluminar la fe de los cristianos, llamados a participar del gozo y la esperanza de nuestra feliz resurrección con Cristo, fuente de la vida y consumador de nuestra redención.

El tema central de este Domingo Quinto de la Pascua, es el amor. Se trata de algo esencial en la vida de los cristianos, ya que Cristo, el fundador del Reino de Dios en su Iglesia y siendo el amor divino encarnado, permanece en medio de los hombres para que ellos den testimonio de ese amor como servicio y entrega de la vida ni más ni menos que como el Señor, fuente y modelo de ese amor.

2.- EL MANDAMIENTO NUEVO DEL AMOR.
Cristo en el evangelio de San Juan nos dice hoy: “Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado, y por este amor reconocerán todos que ustedes son mis discípulos”.

Muchas y repetidas veces la Iglesia recuerda constantemente que lo esencial en la religión cristiana que profesamos es el mandamiento del amor a Dios y a nuestros prójimos. Tanto se nos habla de este tema que parece ya algo trillado y repetido y que por esto mismo como que ha perdido su interés y su relevancia. Sin embargo, esto no es así, ya que la felicidad y la existencia de los hombres sobre la tierra en el corto plazo que cada uno tiene para vivir antes de morir y pasar a la eternidad, es precisamente el amor a Dios y el amor a los prójimos. Cristo nos recuerda que ese amor es la señal inequívoca que distingue a los cristianos que se gloríen de ese nobilísimo nombre.
Este amor esta expresado como “mandamiento nuevo” en labios del mismo Cristo. ¿En qué está esa novedad?

Primeramente porque es un mandato universal que abarca a todos los hombres sin distinción de pueblos, razas, lenguas y culturas. Este amor es patrimonio de todos los hombres de buena voluntad, pero especialmente lo es para los cristianos, quienes debemos dar testimonio irrebatible de este precepto con nuestros pensamientos, palabras y obras de misericordia.

Es nuevo este mandamiento del amor, porque tiene como fuente inagotable y generosa al mismo Dios que es Amor que se ha manifestado en la creación y en la elevación al orden sobrenatural de la gracia y de la revelación por Cristo y con la acción vivificante del Espíritu Santo.

Nuevo, porque es el amor unitivo y eterno entre el Padre y su Hijo con el sello coeterno del Espíritu Santo. Amor trinitario y divino de las tres personas divinas y que Dios mismo nos lo ha revelado.

También es nuevo, porque exige a cada momento ser vivido y testificado por los creyentes cristianos ante las miserias, egoísmos y soberbia del corazón humano, que producen odios, venganzas, enemistades irreconciliables y la muerte en todas sus formas y modalidades, como son los crímenes, secuestros, extorsiones y guerras por el poder, el narcotráfico y el afán de dominar con fines egoístas y captativos acumulando riquezas y poder, sin espíritu de amor desinteresado y noble atendiendo a los pobres y desamparados.

Por último, este amor es novedoso porque se extiende hasta amar y perdonar a quienes son enemigos y perseguidores; a quienes devuelven odios y venganzas en vez de aceptación, perdón y misericordia. Amor que es la base para pedir por los que injurian y difaman con el afán perverso de hacer el mal y suprimir, si se puede, al hermano.

Esta novedad del amor cristiano es fruto de la gracia divina. Sin ella no es posible llevarlo a cabo ni que fructifique en buenas obras. Todo es posible para quien ama a Dios y con ese mismo amor ama, sirve y perdona a los hermanos.


3.- VIVIR ESTE PRECEPTO NUEVO DEL AMOR QUE CRISTO NOS INCULCA. En los albores del cristianismo descubrimos el estilo de cómo vivían las primeras comunidades, teniendo una sola alma, un solo corazón y una vida generosa de participación de bienes espirituales y materiales. Todo lo poseían libremente en común y este amor generoso fue la señal distintiva de los verdaderos y auténticos cristianos quienes arrancaban de los paganos la exclamación: ¡Vean como se aman los unos a los otros!...

En nuestro tiempo es urgente practicar el precepto nuevo del amor. “solo nos diferenciaremos de los demás si amamos a los hermanos sirviéndoles, perdonándolos, dedicándoles nuestra atención y nuestro tiempo, comprendiéndolos en sus penas y alegrías, desterrando de nuestro modo y estilo de ser y actuar la soberbia y el menosprecio, el desdén y la prepotencia, la desconsideración y el olvido, el desamor y el egoísmo”.

Este amor que Cristo nos participa y nos exige en la libertad, es permanente en estado de misión y conquista para transformar al mundo de menos malo a más bueno y divino, según el plan de Dios, quien lleno de amor nos ha dado a su Hijo único para que por Él, con Él y en Él, nos amemos construyendo siempre la verdadera civilización del amor que tanto necesitamos desarrollar y asumir en nuestro mundo contemporáneo.

Ciudad de Nuestra Señora de los Zacatecas, a 2 de mayo de 2010.

+ Fernando Mario Chávez Ruvalcaba
Obispo Emérito de Zacatecas

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