martes, 19 de abril de 2011

19 de Abril de 2011, Evangelio del día, Martes Santo

Isaías 49, 1-6: “Te convertiré en luz de las naciones para que llegue mi salvación hasta los últimos rincones de la tierra”
Salmo 70: “En ti, Señor, he puesto mi esperanza”
San Juan 13,21-33.36-38: “Uno de ustedes me entregará. No cantará el gallo antes de que me hayas negado tres veces”

¿Qué será lo más doloroso en la Pasión de Jesús? Seguramente sufriría porque los dirigentes religiosos y políticos de su pueblo no han entendido su mensaje y lo condenan a morir como un desgraciado. También le dolerá mucho la actitud cambiante de las masas del pueblo que un día lo aclamaban eufóricas y trataban de hacerlo rey y en los momentos de aquel viernes santo lo insultan, se burlan de él y lo desconoce. Pero quizás el mayor dolor y la peor tristeza que atormenta el corazón de Jesús sea la actitud de sus amigos más cercanos: uno lo traiciona por unas cuantas monedas, otros huyen despavoridos, Pedro lo niega, parece que no quedan más que unas pocas mujeres y Juan al pié de la cruz. ¿Por qué Jesús muere tan solo? ¿Por qué sus más cercanos amigos lo han abandonado? Pareciera que no han entendido nada de toda su predicación y que los días de gloria y entusiasmo pronto han desaparecido. Es la condición humana, un día exaltarse por los grandes ideales, y al día siguiente descubrir en el propio corazón los peores males y ambiciones. Es la realidad de muchos de nosotros que decimos amar a Jesús pero que rehuimos el compromiso y nos dejamos llevar por las multitudes. Martes Santo nos invita a contemplar a Judas y a Pedro, a descubrir los motivos por los que uno lo traiciona y el otro lo niega. Martes Santo también nos invita a mirar nuestro propio seguimiento de Jesús y a reconocer nuestras propias traiciones y negaciones. Es fácil decir a Jesús, “te seguiré a donde quiera que vayas”; es difícil comprender sus valores, asumir sus mismas posturas, ser radical en la construcción del Reino. Y a pesar de nuestras traiciones, y a pesar de nuestras negaciones, y a pesar de nuestras escapadas y huidas, Jesús nos sigue mirando con amor, esperando una verdadera conversión. ¿Nos acercaremos Jesús en estos días?

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