Juan 10, 1-10. Pascua. ¡Qué maravilloso es contemplar a Cristo como la puerta que nos permitirá salir de “nuestra vida” y entrar a otra vida nueva!
Evangelio
Lectura del santo Evangelio según san Juan 10, 1-10
En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: “Yo les aseguro que el que no entra por la puerta del redil de las ovejas, sino que salta por otro lado, es un ladrón, un bandido; pero el que entra por la puerta, ése es el pastor de las ovejas. A ése le abre el que cuida la puerta, y las ovejas reconocen su voz: él llama a cada una por su nombre y las conduce afuera. Y cuando ha sacado a todas sus ovejas, camina delante de ellas, y ellas lo siguen, porque conocen su voz. Pero a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños”: Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron lo que les quería decir. Por eso añadió: “Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes que yo, son ladrones y bandidos; pero mis ovejas no los han escuchado. Yo soy la puerta; quien entre por mí se salvará, podrá entrar y salir y encontrará pastos. El ladrón sólo viene a robar, a matar y a destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”.
Oración introductoria
“Te ofrezco, Señor, mis pensamientos, ayúdame a pensar en ti; te ofrezco mis palabras, ayúdame a hablar de ti; te ofrezco mis obras, ayúdame a cumplir tu voluntad; te ofrezco mis penas, ayúdame a sufrir por ti” (Oración del Papa Clemente XI).
Petición
Jesucristo, que te conozca más para que te pueda amar más.
Meditación
Es curiosa, pero profunda, la comparación que hace Cristo de sí mismo: una simple puerta. ¿Por qué Jesús se compara con una puerta, más aún, con una puerta de entrada?
La puerta es siempre el paso de un lugar a otro. Ingresar por una puerta significa dejar una estancia y entrar a otra totalmente diversa. Pasar una puerta implica un movimiento, un cambio de visión. Una puerta nunca te obliga a entrar o a salir. La puerta siempre está allí, esperando que la abras, que ingreses o que salgas por ella.
¡Qué maravilloso es contemplar a Cristo como la puerta que nos permitirá salir de “nuestra vida” y entrar a otra vida nueva, diversa! Pasar por Cristo no significa que todo el día tenemos que estar rezando sin parar, o que tenemos que estar pensando hora tras hora en Dios. El Señor nos lo dice con tanta sencillez: “quien entre por mí se salvará, podrá entrar y salir y encontrará pastos”. Es como si Cristo nos quisiera expresar: “Mira, cuando necesites mi gracia: aquí estoy; cuando estés cansado de tu fracasos, de tus dificultades: ven a mí; cuando tu alma tenga hambre de Dios: aquí está el mejor pasto que soy Yo -¡la Eucaristía!
Cristo es la puerta que nos hace entrar a la felicidad verdadera, nunca violenta nuestra libertad, pues quiere que nosotros lo elijamos a Él por un acto consciente y libre de amor. “Entrar por la puerta, que es Cristo, quiere decir conocerlo y amarlo cada vez más, para que nuestra voluntad se una a la suya y nuestro actuar llegue a ser uno con su actuar (…)”. (Benedicto XVI, 7 de mayo de 2006).
Reflexión apostólica
Es imposible que las personas queden indiferentes ante un cristiano que se esfuerza por amar a Cristo. Nuestro testimonio nos convierte en “puertas vivas” que invitan a otros a entrar por la gran puerta que es Cristo.
Cuando vemos a alguien que bendice los alimentos antes de comer, cuando conocemos a otras personas que se quitan su tiempo para dárselo a otros, cuando escuchamos de la mujer que perdonó al marido, o del joven que dejó todo para seguir a Cristo…, hay un algo extraño que nos remueve el alma, pues nos damos cuenta que esa persona: ama a Dios.
Propósito
Intentaré acercarme a Dios en algún momento de mi jornada a través de una oración, una jaculatoria o un acto de caridad.
Diálogo con Cristo
Señor, te agradezco por tener tu corazón siempre abierto. En esa puerta de tu corazón quiero ponerte a mi familia, a mis seres más queridos, a los que tú sabes que más necesitan de tu gracia y a los que están más alejados de ti. Quiero que sepas que yo también quiero abrirte la puerta de mi alma, pues sé que cuando tú entras en una vida, ya no la dejas igual. Así sea.
“Cristo es la puerta de nuestra salvación, que lleva a la reconciliación, a la paz y a la unidad.”
(Juan Pablo II, 18 enero de 2000)
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