Lc 7,11-17
1. Lectura
¿Qué ha hecho Jesús según los 7,1-10? ¿A dónde se dirigió Jesús después de haber curado al siervo del centurión (v. 11)? ¿Quiénes lo acompañaban? ¿Qué sucedió cuando Jesús se acercaba a la puerta de la ciudad de Naín? ¿A quién sacaban a enterrar? Imagina –sin inventarle- la escena.
¿Qué sintió Jesús al ver aquella mujer? ¿Qué le dijo? ¿Qué hizo con el féretro? ¿Qué hicieron los que llevaban al difunto? ¿Con qué palabras se dirigió Jesús al hijo de la viuda? ¿Qué hizo el muerto? ¿A quién se lo entregó Jesús? ¿Qué se apoderó de todos? ¿Qué hacían? ¿Por dónde se propagó lo que se decía de Jesús?
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Para comprender mejor este evangelio pongamos atención, en primer lugar, en la situación de las viudas en aquel tiempo. De acuerdo al antiguo derecho oriental la mujer era considerada viuda cuando su marido había fallecido y no tenía ningún hijo adulto ni yerno que la mantuviera, ni cuñado que se uniera a ella según la costumbre del levirato[1]. La precaria situación de las viudas era el resultado de su aislamiento: era casi imposible volver con su familia de origen pues se había separado de ella a causa de su matrimonio; con la de familia de su marido al morir éste se perdía cualquier vínculo[2]. Un nuevo matrimonio era, a menudo, una necesidad; sin embargo, no siempre era posible porque incluso esto se le prohibía. Así, por ejemplo, el sumo sacerdote (Lev 21,14) y más tarde cualquier sacerdote (Ez 44,22) tenía prohibido casarse con una viuda. Como podemos constatar la viuda era una persona desamparada jurídicamente, sin grupo de pertenencia y, generalmente, pobre y miserable[3]. Por esta razón la ley[4] –al menos en teoría- las protegía y los profetas[5] salían en su defensa. Un texto que refleja esta situación extrema de pobreza es el de 1Re 17,12 cuando la viuda le dice a Elías: “¡Vive Yahvé, tu Dios, que no me queda pan cocido; sólo un puñado de harina en el cántaro y un poco de aceite en la aceitera! Estoy recogiendo un par de palos, entraré y prepararé el pan para mí y mi hijo, lo comeremos y luego moriremos”.
Ahora bien, la mujer con la que se encuentra Jesús además de ser viuda había perdido a su único hijo (Mc 7,12); estaba doblemente desprotegida.
En segundo lugar, es muy importante la actitud del Señor: “tuvo compasión de ella” (v. 13). El verbo griego (esplagnígzomai) que se utiliza aquí significa a la letra “conmoverse hasta las entrañas”, “sentir hasta en lo más profundo de nuestro ser”. No equivale a lástima; es más bien compasión, dolor por la desgracia ajena. Llama la atención que Lucas sólo lo utilice en tres ocasiones: para decir que el buen samaritano se compadeció del que estaba caído en el camino (10,33), para señalar la compasión del Padre con el hijo que se había marchado de casa (15,20) y en 7,13 cuando se compadece de la viuda que ha perdido a su único hijo. Es pues una actitud que, al menos en Lucas, aparece con dos matices: compasión hacia el desprotegido que sufre así como hacia quien ha fallado[6].
En tercer lugar, el milagro que hace Jesús con mucha seguridad les recordaba a sus contemporáneos lo que había realizado Elías en la antigüedad (1Re 17,17-24). Sin embargo, mientras aquella mujer le atribuye a Elías su situación de desgracia, la viuda del evangelio permanece en silencio ante la muerte de su hijo; y es que se pensaba que un hombre de Dios, al funcionar como testigo, su presencia hacía que las faltas ocultas o inconscientes se manifestaran y provocaran castigos. En el pasaje del libro primero de los reyes no se menciona la compasión como en el evangelio. En Lucas la reacción es mucho más amplia y fuerte que en el caso de Elías; así, mientras sólo la viuda lo reconoce a Elías como un hombre de Dios, en el evangelio todos glorificaban a Dios y decían: “un gran profeta ha surgido entre nosotros” y “Dios ha visitado a su pueblo”.
De este modo, el evangelio remarca en contraste al pasaje del Antiguo Testamento especialmente la compasión del Señor y sus consecuencias.
En cuarto lugar, el evangelio de Lucas tiene una especial predilección por las viudas. Junto con Mateo y Marcos hace referencia a la viuda del templo (20,45-21,4) pero además agrega el caso de la viuda de Naín y el de la viuda insistente ante el juez injusto (18,1-8); este tema también aparecerá con cierta fuerza en Hechos de los Apóstoles (6,1ss). En los tres casos que sólo presenta Lucas la problemática de las viudas no queda sin solución. El Señor resucita a su hijo (7,14), una débil y pobre viuda convence al juez de que le haga justicia (18,5), los Doce y los de origen griego se ponen de acuerdo para atender a las viudas (Hech 6,1.5).
Por último, la reacción de todos ante el milagro puede estar indicando las consecuencias de la presencia del Señor. Es posible que el evangelio no sólo quiera manifestar una reacción ante un milagro; hay que ir más allá. El gran profeta Jesús –como los antiguos y mucho más que ellos- se preocupa por los más desprotegidos, se compadece de ellos. Además, el milagro del Señor manifiesta la presencia eficaz y efectiva de la presencia de Dios en medio de las personas (así también en 1,68.78).
2. Meditación
¿En qué me hace reflexionar este pasaje del evangelio de Lucas?
¿Qué valores y principios de comportamiento me transmite?
¿En qué me hace pensar la compasión de Jesús?
¿En qué ayuda a reflexionar que Lucas entienda que la presencia de Dios realmente es efectiva entre los seres humanos?
3. Oración
Hagamos una oración en la que le demos gracias a Dios por permitirnos encontrarnos cada semana con su Palabra.
Pidámosle que, como el Señor, no seamos insensibles al sufrimiento y desgracias de los más desprotegidos.
Recordemos a quienes, en situaciones difíciles que hemos pasado, se han compadecido de nosotros.
Roguémosle que nos perdone las ocasiones en que nos hemos desentendido de los más desprotegidos.
4. Contemplación - Acción
¿Con qué personas concretas de nuestra familia, colonia y comunidad parroquial debemos ser más compasivos al estilo de Jesús?
¿En qué debemos mejorar para ser a través de nuestras acciones diarias presencia de Dios para quienes nos rodean?
P. Toribio Tapia Bahena
Diócesis de Cd. Lázaro Cárdenas
Dimensión para la Animación Bíblica de la Vida Pastoral (CEPP – CEM)
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[1] El levirato era una costumbre o ley que exigía que, la viuda sin ningún hijo varón, fuera tomada como mujer por algún cuñado (Dt 25,5ss).
[2] Es cierto que podía volver con la familia de su padre (Gen 38,11); sin embargo, no tenían la obligación de sostenerla, exceptuando el caso de que fuera la hija de algún sacerdote (Lev 22,13).
[3] Además, al no tener respaldo de algún hombre, las viudas corrían el riesgo de padecer muchas injusticias.
[4] Véase, por ejemplo, Ex 22,21; Dt 10,18; 14,29; 16,11.14; 24,17. 19-21; 26,12s.
[5] Pueden verse, entre otros, Is 1,17.23; 10,2; Jer 7,6; 22,3; Ez 22,7; Zac 7,10; Mal 3,5.
[6] La actitud de compasión del Señor es seguida por una serie de acciones; le dice que no llore, se acerca, toca el féretro, resucita al muchacho y se lo entregó a su madre.
1. Lectura
¿Qué ha hecho Jesús según los 7,1-10? ¿A dónde se dirigió Jesús después de haber curado al siervo del centurión (v. 11)? ¿Quiénes lo acompañaban? ¿Qué sucedió cuando Jesús se acercaba a la puerta de la ciudad de Naín? ¿A quién sacaban a enterrar? Imagina –sin inventarle- la escena.
¿Qué sintió Jesús al ver aquella mujer? ¿Qué le dijo? ¿Qué hizo con el féretro? ¿Qué hicieron los que llevaban al difunto? ¿Con qué palabras se dirigió Jesús al hijo de la viuda? ¿Qué hizo el muerto? ¿A quién se lo entregó Jesús? ¿Qué se apoderó de todos? ¿Qué hacían? ¿Por dónde se propagó lo que se decía de Jesús?
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Para comprender mejor este evangelio pongamos atención, en primer lugar, en la situación de las viudas en aquel tiempo. De acuerdo al antiguo derecho oriental la mujer era considerada viuda cuando su marido había fallecido y no tenía ningún hijo adulto ni yerno que la mantuviera, ni cuñado que se uniera a ella según la costumbre del levirato[1]. La precaria situación de las viudas era el resultado de su aislamiento: era casi imposible volver con su familia de origen pues se había separado de ella a causa de su matrimonio; con la de familia de su marido al morir éste se perdía cualquier vínculo[2]. Un nuevo matrimonio era, a menudo, una necesidad; sin embargo, no siempre era posible porque incluso esto se le prohibía. Así, por ejemplo, el sumo sacerdote (Lev 21,14) y más tarde cualquier sacerdote (Ez 44,22) tenía prohibido casarse con una viuda. Como podemos constatar la viuda era una persona desamparada jurídicamente, sin grupo de pertenencia y, generalmente, pobre y miserable[3]. Por esta razón la ley[4] –al menos en teoría- las protegía y los profetas[5] salían en su defensa. Un texto que refleja esta situación extrema de pobreza es el de 1Re 17,12 cuando la viuda le dice a Elías: “¡Vive Yahvé, tu Dios, que no me queda pan cocido; sólo un puñado de harina en el cántaro y un poco de aceite en la aceitera! Estoy recogiendo un par de palos, entraré y prepararé el pan para mí y mi hijo, lo comeremos y luego moriremos”.
Ahora bien, la mujer con la que se encuentra Jesús además de ser viuda había perdido a su único hijo (Mc 7,12); estaba doblemente desprotegida.
En segundo lugar, es muy importante la actitud del Señor: “tuvo compasión de ella” (v. 13). El verbo griego (esplagnígzomai) que se utiliza aquí significa a la letra “conmoverse hasta las entrañas”, “sentir hasta en lo más profundo de nuestro ser”. No equivale a lástima; es más bien compasión, dolor por la desgracia ajena. Llama la atención que Lucas sólo lo utilice en tres ocasiones: para decir que el buen samaritano se compadeció del que estaba caído en el camino (10,33), para señalar la compasión del Padre con el hijo que se había marchado de casa (15,20) y en 7,13 cuando se compadece de la viuda que ha perdido a su único hijo. Es pues una actitud que, al menos en Lucas, aparece con dos matices: compasión hacia el desprotegido que sufre así como hacia quien ha fallado[6].
En tercer lugar, el milagro que hace Jesús con mucha seguridad les recordaba a sus contemporáneos lo que había realizado Elías en la antigüedad (1Re 17,17-24). Sin embargo, mientras aquella mujer le atribuye a Elías su situación de desgracia, la viuda del evangelio permanece en silencio ante la muerte de su hijo; y es que se pensaba que un hombre de Dios, al funcionar como testigo, su presencia hacía que las faltas ocultas o inconscientes se manifestaran y provocaran castigos. En el pasaje del libro primero de los reyes no se menciona la compasión como en el evangelio. En Lucas la reacción es mucho más amplia y fuerte que en el caso de Elías; así, mientras sólo la viuda lo reconoce a Elías como un hombre de Dios, en el evangelio todos glorificaban a Dios y decían: “un gran profeta ha surgido entre nosotros” y “Dios ha visitado a su pueblo”.
De este modo, el evangelio remarca en contraste al pasaje del Antiguo Testamento especialmente la compasión del Señor y sus consecuencias.
En cuarto lugar, el evangelio de Lucas tiene una especial predilección por las viudas. Junto con Mateo y Marcos hace referencia a la viuda del templo (20,45-21,4) pero además agrega el caso de la viuda de Naín y el de la viuda insistente ante el juez injusto (18,1-8); este tema también aparecerá con cierta fuerza en Hechos de los Apóstoles (6,1ss). En los tres casos que sólo presenta Lucas la problemática de las viudas no queda sin solución. El Señor resucita a su hijo (7,14), una débil y pobre viuda convence al juez de que le haga justicia (18,5), los Doce y los de origen griego se ponen de acuerdo para atender a las viudas (Hech 6,1.5).
Por último, la reacción de todos ante el milagro puede estar indicando las consecuencias de la presencia del Señor. Es posible que el evangelio no sólo quiera manifestar una reacción ante un milagro; hay que ir más allá. El gran profeta Jesús –como los antiguos y mucho más que ellos- se preocupa por los más desprotegidos, se compadece de ellos. Además, el milagro del Señor manifiesta la presencia eficaz y efectiva de la presencia de Dios en medio de las personas (así también en 1,68.78).
2. Meditación
¿En qué me hace reflexionar este pasaje del evangelio de Lucas?
¿Qué valores y principios de comportamiento me transmite?
¿En qué me hace pensar la compasión de Jesús?
¿En qué ayuda a reflexionar que Lucas entienda que la presencia de Dios realmente es efectiva entre los seres humanos?
3. Oración
Hagamos una oración en la que le demos gracias a Dios por permitirnos encontrarnos cada semana con su Palabra.
Pidámosle que, como el Señor, no seamos insensibles al sufrimiento y desgracias de los más desprotegidos.
Recordemos a quienes, en situaciones difíciles que hemos pasado, se han compadecido de nosotros.
Roguémosle que nos perdone las ocasiones en que nos hemos desentendido de los más desprotegidos.
4. Contemplación - Acción
¿Con qué personas concretas de nuestra familia, colonia y comunidad parroquial debemos ser más compasivos al estilo de Jesús?
¿En qué debemos mejorar para ser a través de nuestras acciones diarias presencia de Dios para quienes nos rodean?
P. Toribio Tapia Bahena
Diócesis de Cd. Lázaro Cárdenas
Dimensión para la Animación Bíblica de la Vida Pastoral (CEPP – CEM)
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[1] El levirato era una costumbre o ley que exigía que, la viuda sin ningún hijo varón, fuera tomada como mujer por algún cuñado (Dt 25,5ss).
[2] Es cierto que podía volver con la familia de su padre (Gen 38,11); sin embargo, no tenían la obligación de sostenerla, exceptuando el caso de que fuera la hija de algún sacerdote (Lev 22,13).
[3] Además, al no tener respaldo de algún hombre, las viudas corrían el riesgo de padecer muchas injusticias.
[4] Véase, por ejemplo, Ex 22,21; Dt 10,18; 14,29; 16,11.14; 24,17. 19-21; 26,12s.
[5] Pueden verse, entre otros, Is 1,17.23; 10,2; Jer 7,6; 22,3; Ez 22,7; Zac 7,10; Mal 3,5.
[6] La actitud de compasión del Señor es seguida por una serie de acciones; le dice que no llore, se acerca, toca el féretro, resucita al muchacho y se lo entregó a su madre.
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