viernes, 24 de septiembre de 2010

24 de Septiembre de 2010, Evangelio del día, Nuestra Señora de la Merced

Eclesiastés 3, 1-11
“Hay un tiempo para cada cosa”


Salmo 143

“Bendito sea el Señor, mi fortaleza”


San Lucas 9, 18-22

“Tú eres el Mesías de Dios. Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho”



Si ayer nos cuestionábamos sobre la verdadera identidad de Jesús a partir de las preocupaciones que manifestaba Herodes al contemplar la actuación de la que todo mundo hablaba, hoy la pregunta llega de una manera más personal y cercana a cada uno de los discípulos hecha por el mismo Jesús: “¿Quién dice la gente que soy yo?” Ya ha realizado milagros, ya ha pronunciado su palabra, ya ha discutido con los escribas y fariseos y quiere descubrir qué ha quedado en el corazón de cada uno de sus discípulos. Las respuestas, al igual que las formulaba Herodes, son positivas en cierto sentido porque lo comparan con Juan el Bautista, con Elías o con alguno de los antiguos profetas… pero ninguna revela lo que realmente es Jesús. Es mucho más que un profeta o alguien que bautiza invitando al arrepentimiento. Por eso nuevamente Jesús hace su pregunta y de una manera muy personal: “¿Ustedes quién dicen que soy yo?” El discípulo no puede esconderse en el anonimato de la masa y tiene que dar una respuesta personal. Pedro, siempre impetuoso y espontáneo, es quien presenta su respuesta: “El Mesías de Dios”, que ya es mucho más de lo que por ahí decían. Representaba todos los anhelos de un pueblo, las expectativas de liberación y salvación, la reivindicación de quienes estaban sometidos al pueblo romano. Pero Jesús no deja que su misión se limite y va mucho más allá de los que pensaban sus discípulos: anuncia que la salvación y la redención tienen el camino de la cruz y la resurrección. Esto no lo alcanzan a comprender sus discípulos sino hasta contemplar a Cristo resucitado. La cruz no entraba en los planes de ninguno de sus seguidores. Hoy la misma pregunta y las mismas precisiones nos hace Jesús a cada uno de nosotros. No podemos escudarnos en lo que piensa la gente o en lo que opinan los demás. No podemos poner excusas en las fallas o en los triunfos de los otros. Cristo insiste: “Y tú, ¿Quién dices que soy yo?”

1 comentario:

Anónimo dijo...

o.o la vrdad qeria el evangelio daa