Homilía Domingo de Ramos Ciclo A 1.- INTRODUCCIÓN Con este Domingo de Ramos, damos comienzo a la Semana Santa, que corona el tiempo de Cuaresma, preparación para celebrar solemnemente el Triduo Pascual de la Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Hoy contemplamos a Jesús nacido en Belén de Judá y vecino de Nazaret, quien llegó a la ciudad santa de Jerusalén para cumplir la voluntad de su Padre, ofrendando su vida divino – humana como rescate de los pecados de los hombres, abriendo de esta manera las puertas del Reino de los Cielos para todos los que se arrepientan y confíen en él. Estamos invitados en este día para acompañar a Jesús en su entrada triunfal y llena de alegría, a la ciudad santa de Jerusalén, que luego será el teatro de su pasión y de su muerte en la cruz. De esta manera, queda abierto el camino hacia su poderosa y triunfante Resurrección de entre los muertos. 2.- ADOREMOS Y ACOMPAÑEMOS A CRISTO CAMINO A JERUSALÉN, COMO EL REY DE ISRAEL Y DE TODOS LOS PUEBLOS. Actualmente, muchos pueblos luchan por conquistar gobiernos que democráticamente representen a los ciudadanos y con honestidad y verdadera entrega, procuren con todos los gobernados, la paz y el bienestar sociales. Por lo medios de comunicación social, nos damos cuenta de esta lucha y de las manifestaciones violentas que producen heridos y muertos, con el fin de que se renueven los poderes civiles y que se ejerzan en un ambiente sereno de concordia, colaboración y fraternidad, salvaguardando los derechos humanos de las personas para tener progreso sustentable en todos los órdenes del desarrollo de los pueblos. Acompañar a Jesús, como Rey pacífico y trascendente, es querer participar desde el ángulo de nuestra fe, en el señorío de su amor siendo con él, instrumentos de libertad, justicia, fraternidad, comunión, y paz. Adoremos a Cristo y llevémoslo en nuestros corazones, para proclamar ante el mundo necesitado de paz y concordia, que Cristo es el Príncipe de la Paz, que sin él los hombres estamos irremediablemente condenados a la violencia, a la obscuridad de las conciencias, invadidos por las fuerzas ciegas y tenebrosas del pecado y el Maligno y de quienes se le someten, produciéndose de esta manera, las guerras, lo odios, las aspiraciones malsanas de dinero, poder y ejercicio despótico que esclavizan a los hombres, impidiendo sus auténticas aspiraciones, de acuerdo con el plan de Dios y que requiere de la colaboración comunitaria y total de todos los ya que somos sus hijos adoptivos con la fuerza de nuestra fraternidad cristiana. 3.- CONCLUSIÓN. Al caminar con Cristo en nuestra “Procesión de los Ramos”, hemos de participar en los dolores, sufrimientos y muerte del Redentor, que nos liberan de la opresión de nuestros males, dolores y sufrimientos que anticipan nuestra propia muerte, como paso definitivo, seguro y gozoso de nuestra propia resurrección, como fruto de la de Cristo, “esperanza de la gloria”. Repitamos, pues, con alegre canto: “¡Hosanna al Hijo de David. Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel. Hosanna en el cielo!” … Ciudad de Nuestra Señora de los Zacatecas a 17 de abril de 2011. + Fernando Mario Chávez Ruvalcaba Obispo Emérito de Zacatecas
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