Homilía V Domingo de Cuaresma Ciclo A 1.- INTRODUCCIÓN Los grandes temas de los cinco domingos del tiempo de Cuaresma, se van concatenando de acuerdo a la enseñanza de fe que la Iglesia nos expone, para que entendamos, asimilemos, celebremos y proyectemos a nuestras vidas el mensaje evangélico que salva nuestras personas de acuerdo a la fe en Jesucristo. Las tentaciones de Jesús y la transfiguración han sido los temas narrados por el evangelista Mateo que nos introdujeron a la Cuaresma; después, la presencia del evangelio según San Juan, nos ha hecho vivir el diálogo con la mujer samaritana, la curación del ciego de nacimiento y este domingo, la resurrección de Lázaro. Estamos ya muy cercanos a la Semana Santa, que da comienzo con el Domingo de Ramos. Nuestra preparación espiritual encaminada a la conversión y arrepentimiento de nuestros pecados, debe ser a estas alturas, una realidad que nos renueva y alienta para celebrar con mucho fruto la Pascua de Jesucristo. Centro y corazón de toda nuestra liturgia católica, como despliegue de este misterio que da sentido pleno al seguimiento de Cristo, vida y resurrección nuestra. 2.- JESUCRISTO ES LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA ETERNA. El evangelio de este día, de manera extensa nos describe el hecho de la resurrección del amigo entrañable de Jesús: Lázaro, hermano de Marta y María, vecinos de Betania, población distante de Jerusalén como a dos y medio kilómetros. La casa de estos hermanos fue lugar de reposo, convivencia y encuentro gozoso con Jesús. Hermanos que le brindaron su amistad y acogida generosa e incondicional, que mereció del Señor su cariño, su paz y alegría; su enseñanza que les daba y por último, su fe en Él sellada por la resurrección de Lázaro, ordenada a manifestar la mesianidad de Cristo y un adelanto de la promesa de resurrección. Cuando las hermanas de Lázaro mandaron decir a Jesús, que estaba enfermo de gravedad, el Señor se quedó en el lugar que se encontraba, dos días, hasta que manifestó a sus discípulos que era conveniente ir a ver a su amigo Lázaro y curarlo. Ciertamente cuando Jesús llegó a Betania, Lázaro ya tenía cuatro días de haber muerto y su cadáver depositado en una cueva cerrada por una piedra, ya estaba descomponiéndose y olía mal. Las hermanas de Lázaro dijeron a Jesús: “Si hubieras estado aquí no habría muerto nuestro hermano”. Cristo afirma a Marta: “Tu hermano resucitará”. A lo cual Marta manifestó su fe en la resurrección del último día, de acuerdo a las enseñanzas de los rabinos y escribas. Pero Jesús le contestó firmemente: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá: y todo aquel que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees tú esto? Ella le contestó. Sí, Señor. Creo firmemente que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo”. Con la resurrección de Lázaro, sus hermanas quedaron firmemente confirmadas en la fe en Cristo y muchos judíos que acompañaban a estas hermanas y que habían llegado desde Jerusalén para acompañarlas en su dolor, también creyeron en Jesús. 3.- SITUACIÓN DE MUERTE Y ESPERANZA DE RESURRECCIÓN PARA TODOS LOS QUE CREAMOS EN CRISTO. Nuestro entorno cultural actual, presenta muchas luces, pero también sombras. Los avances admirables de las ciencias médicas, han logrado una mayor expectativa de vida. La tecnología ofrece múltiples productos electrónicos de comunicación múltiple e instantánea. Vivimos en un mundo global, en el cual las penas, sufrimientos y situaciones de muchos, son inmediatamente del conocimiento de miles y miles de gentes. Los medios de comunicación cubren espacios ilimitados y continuamente conforman el pensar y el actuar de millones de personas. El bienestar de muchos queda al mismo tiempo confrontado con la miseria y el desamparo de muchos millones de seres humanos, sobre todo en los países llamados “emergentes”. Luces y sombras cualifican la vida de muchos en la hora actual. Sin embargo, la incredulidad, la indiferencia, la falta de compromiso moral y religioso, nos preocupan. La muerte en sus condiciones particulares, de cada día, se agrava con las guerras, las luchas e inseguridades producidas por el comercio de drogas y del crimen organizado. Capítulo especial merecen, las enfermedades, las pandemias difíciles de superar. Muchos mueren en la miseria espiritual y corporal. Niños, adolescentes y jóvenes se pierden por falta de formación y cuidados en los hogares que se desbaratan…todo esto y más pudiéramos seguir enumerando. Baste decir que la caducidad y debilidad de los seres humanos están presentes todos los días. Sin embargo, más allá de todo esto está la promesa de Cristo, en la Resurrección que Él ha alcanzado en plenitud y perfección admirables. Cristo nos llama, como a Lázaro: “¡Sal fuera!”. Salir del sepulcro con la promesa divina de superación y vida eterna, ya estaba anunciada por el profeta Ezequiel: “Esto dice el Señor Dios: Pueblo mío, yo mismo abriré sus sepulcros, los haré salir de ellos y los conduciré de nuevo a la tierra de Israel”. 4.- CONCLUSIÓN. Pidamos a Cristo, nuestra Resurrección y Vida, que nos haga participar de ellas. Que del sepulcro de nuestras miserias pecaminosas, nos libre como a Lázaro. Que seamos hijos de la luz y de la vida perdurable, agentes que transformen las estructuras del mundo con la inculturación del evangelio como la buena nueva de felicidad , esperanza y amor hecho servicio a Él y a todos los hermanos del planeta, teatro de vida y muerte, mientras avanzamos hacia el cielo, nuestro destino final… Ciudad de Nuestra Señora de los Zacatecas, a 10 de abril de 2011. + Fernando Mario Chávez Ruvalcaba Obispo Emérito de Zacatecas
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